Adoro ese mundo asombroso y un tanto freak de los anuncios clasificados. No porque ande a la búsqueda de algún chollo, sino por sorprenderme cada vez del tipo de cosas que la gente pretende vender; aunque muchas de ellas nadie las querría ni regaladas. Desde muebles antiguos (la definición correcta sería “viejos y destartalados”) hasta paneles fotovoltaicos o mapas topobatimétricos. La oferta estrella son las mascotas, que bajo el engañoso epígrafe “se ofrece en adopción” oculta a menudo la imperiosa necesidad de colocar como sea a aquel animal de compañía que se ha convertido en una molestia, sobre todo cuando llegan las vacaciones.
Aunque hay personas reticentes a desprenderse de nada hasta lo enfermizo y diogenésico, lo práctico es ir desechando las cosas que hemos acumulado en nuestra vida y que ahora nos estorban. Pero ni es tan fácil sacarse de encima esos kilos de más como llevar el electrodoméstico obsoleto a la deixalleria, ni el camión del Ayuntamiento se lleva -junto al resto de deshechos- nuestros malos recuerdos. Quizá por eso, en Internet, algunas regalan sus trajes de novia. Puede resultar cómico, pero me da por pensar que cada una de esas prendas lleva una historia, seguramente triste o dramática, prendida en sus bordados: una boda que nunca llegó a celebrarse, la venganza de una prometida despechada, la liberación de una convivencia frustrante o de una relación opresora… Supersticiosos abstenerse.
En la misma línea del mal agüero es muy común en la sección la oferta de artículos de minusvalía: muletas, sillas de ruedas, bañeras y grúas para incapacitados, orugas sube escaleras... Quienes no pueden costearse unos nuevos encuentran en este mercado virtual de compraventa una buena alternativa. Sin embargo inquieta constatar que la disponibilidad de estos objetos se debe a que quienes los usaban hasta ahora “ya no los necesitan”, por decirlo de una manera suave.
Aunque hay personas reticentes a desprenderse de nada hasta lo enfermizo y diogenésico, lo práctico es ir desechando las cosas que hemos acumulado en nuestra vida y que ahora nos estorban. Pero ni es tan fácil sacarse de encima esos kilos de más como llevar el electrodoméstico obsoleto a la deixalleria, ni el camión del Ayuntamiento se lleva -junto al resto de deshechos- nuestros malos recuerdos. Quizá por eso, en Internet, algunas regalan sus trajes de novia. Puede resultar cómico, pero me da por pensar que cada una de esas prendas lleva una historia, seguramente triste o dramática, prendida en sus bordados: una boda que nunca llegó a celebrarse, la venganza de una prometida despechada, la liberación de una convivencia frustrante o de una relación opresora… Supersticiosos abstenerse.
En la misma línea del mal agüero es muy común en la sección la oferta de artículos de minusvalía: muletas, sillas de ruedas, bañeras y grúas para incapacitados, orugas sube escaleras... Quienes no pueden costearse unos nuevos encuentran en este mercado virtual de compraventa una buena alternativa. Sin embargo inquieta constatar que la disponibilidad de estos objetos se debe a que quienes los usaban hasta ahora “ya no los necesitan”, por decirlo de una manera suave.
Para rematar la crónica negra del anuncio electrónico hoy he encontrado una oferta “de muerte”. Se trata nada menos que de un panteón. Bien situado en un cementerio de la provincia de Barcelona, con seis compartimentos y osario. Eso sí, “a estrenar”. Menos mal.
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