Me gusta que se celebre el Día de la Madre. Que me disculpen los que lo impugnan por su connotación comercial a gloria de los grandes almacenes. También estoy con ellos en que la festividad se ha corrompido, pero esto no la descalifica por completo.
Me gusta, digo, que se dedique un día del año a honrar la maternidad. Entre otras cosas porque, de no ser por ella, ni el que escribe estas líneas ni los que las leen estaríamos en ello. Decir maternidad es decir gestación, alumbramiento, vida. Este día reconocemos explícitamente que estamos en deuda con nuestras madres. Por habernos parido (con dolor o con epidural, por parto convencional o por cesárea programada) y por mantenernos ligados a la vida y al amor con ese otro cordón umbilical que jamás se escinde. También me lo tomo como la afirmación de un valor; un valor en descrédito, por otra parte. Porque en los tiempos que corren de culto al individualismo, de priorización de los intereses personales a los colectivos, de exaltación de la libertad antropocéntrica y de egolatría, las madres son un ejemplo de lealtad, espíritu de sacrificio, refugio y ternura. La mía, al menos, lo es. ¡Gracias, mamá!
Me gusta que haya un día de la Mujer y otro de la Madre porque son cosas distintas. Por mucho que se empeñen algunos en hacer patéticos experimentos, sólo una mujer puede ser madre… aunque no toda mujer quiera serlo. Están en su derecho, no las juzgo. Pero este día no es para ellas. Tampoco creo que lo sea para aquellas que, habiendo parido, renieguen de sus hijos, se desentiendan de ellos, sean indolentes con sus necesidades o los eliminen “por caridad”. Así como no todo el que escribe es escritor, aunque haya sufrido en el parto literario; nadie que no haya deseado ser madre está obligada a serlo, aunque el niño se haya gestado en su vientre. Y si quieren ver una forma natural y sin falsos traumas de describirlo no dejen de alquilar en dvd la película “Juno”. Se cuenta que viendo los milagros que hacía Jesús, una mujer le grito: “Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste”. Me es grato pensar que, de haber sido un poco menos académico, el autor/traductor podría haber puesto un más contundente y de seguro genuino: “¡Viva la madre que te parió!”.
Me gusta, digo, que se dedique un día del año a honrar la maternidad. Entre otras cosas porque, de no ser por ella, ni el que escribe estas líneas ni los que las leen estaríamos en ello. Decir maternidad es decir gestación, alumbramiento, vida. Este día reconocemos explícitamente que estamos en deuda con nuestras madres. Por habernos parido (con dolor o con epidural, por parto convencional o por cesárea programada) y por mantenernos ligados a la vida y al amor con ese otro cordón umbilical que jamás se escinde. También me lo tomo como la afirmación de un valor; un valor en descrédito, por otra parte. Porque en los tiempos que corren de culto al individualismo, de priorización de los intereses personales a los colectivos, de exaltación de la libertad antropocéntrica y de egolatría, las madres son un ejemplo de lealtad, espíritu de sacrificio, refugio y ternura. La mía, al menos, lo es. ¡Gracias, mamá!
Me gusta que haya un día de la Mujer y otro de la Madre porque son cosas distintas. Por mucho que se empeñen algunos en hacer patéticos experimentos, sólo una mujer puede ser madre… aunque no toda mujer quiera serlo. Están en su derecho, no las juzgo. Pero este día no es para ellas. Tampoco creo que lo sea para aquellas que, habiendo parido, renieguen de sus hijos, se desentiendan de ellos, sean indolentes con sus necesidades o los eliminen “por caridad”. Así como no todo el que escribe es escritor, aunque haya sufrido en el parto literario; nadie que no haya deseado ser madre está obligada a serlo, aunque el niño se haya gestado en su vientre. Y si quieren ver una forma natural y sin falsos traumas de describirlo no dejen de alquilar en dvd la película “Juno”. Se cuenta que viendo los milagros que hacía Jesús, una mujer le grito: “Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste”. Me es grato pensar que, de haber sido un poco menos académico, el autor/traductor podría haber puesto un más contundente y de seguro genuino: “¡Viva la madre que te parió!”.
la mamá de the beatles
dimitris koskinas
por el amor de una madre
cine y maternidad
todo lo que aprendí de mi madre
all about her
(!)
2 perplejos apuntes:
Estoy muy de acuerdo. Es más, empiezan a molestarme las no-celebraciones por la sola excusa de la corrupción. Como si todo lo demás no se corrompiera.
Una vez leí en EL JUEVES que si no hubiera Días mundiales no pasaría nada, pero que no pasa nada porque los haya: más allá, recordar un solo día es mejor que no recordar jamás. Coñe, qué lírica me he puesto.
Sí! Me has dejao de piedra! Yo mismo he criticado alguna vez el asunto de las celebraciones, pero no tanto porque no me gusten sino porque da mucho juego ir contra corriente. (Esta semana publicaré algo más sobre las bodas.)
Además hay que denunciar a quienes corrompen la fiesta, no a la efeméride en sí.
perplejos saludos y gracias por colaborar!
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