¿Hay algo peor que morir? Quizá sí. Quizá morir dos veces.
Siempre que uno de los grandes se va, los cinéfilos lo sentimos de forma muy particular. Así intentó explicarlo Billy Wilder cuando murió su maestro: «Nos hemos quedado sin Lubistch; peor aún: nos hemos quedado sin las películas de Lubistch». Así que, perdiendo al director de El verdugo, perdemos con él la forma en cómo se debe hacer ese tipo de cine, el suyo; tan admirable como irrepetible.
Me entristece aún más la forma en cómo pasó sus últimos años, atrapado en la dictadura del olvido, que le censuró día a día sus recuerdos. Qué terrible debe ser para un creador olvidar aquello que ha creado. En su caso no recordar la escopeta nacional, ni a Mr. Marshall, ni que los jueves tocaba milagro. El alzheimer siempre es cruel, pero últimamente se está cebando con aquellos a los que les debemos nuestro legado fílmico (Berlanga, Mercero…) y político (Suárez, Solé Tura, Maragall…). Primero olvidan quiénes son y quiénes los que les arropan y dicen amarles; después qué es lo que hicieron y la forma en cómo aquello se convirtió en leyenda y legado para su país. Y finalmente, todo lo que no es su memoria también se va. Es como morir dos veces.
Me pregunto cómo es que, salvo en la ficción, aún no existe la tecnología que nos permita volcar una copia de nuestra memoria en un disco duro externo y guardarla allí, por si algún día la extraviamos. ¿Por qué no podemos hacer un backup de nuestro cerebro cada noche, mientras descansamos? ¿Cómo nadie encontró aún la manera de derrocar a ese tirano despreciable que se alimenta de recuerdos y de vidas olvidadas?
© !)
*Dedicado a R.
Siempre que uno de los grandes se va, los cinéfilos lo sentimos de forma muy particular. Así intentó explicarlo Billy Wilder cuando murió su maestro: «Nos hemos quedado sin Lubistch; peor aún: nos hemos quedado sin las películas de Lubistch». Así que, perdiendo al director de El verdugo, perdemos con él la forma en cómo se debe hacer ese tipo de cine, el suyo; tan admirable como irrepetible.
Me entristece aún más la forma en cómo pasó sus últimos años, atrapado en la dictadura del olvido, que le censuró día a día sus recuerdos. Qué terrible debe ser para un creador olvidar aquello que ha creado. En su caso no recordar la escopeta nacional, ni a Mr. Marshall, ni que los jueves tocaba milagro. El alzheimer siempre es cruel, pero últimamente se está cebando con aquellos a los que les debemos nuestro legado fílmico (Berlanga, Mercero…) y político (Suárez, Solé Tura, Maragall…). Primero olvidan quiénes son y quiénes los que les arropan y dicen amarles; después qué es lo que hicieron y la forma en cómo aquello se convirtió en leyenda y legado para su país. Y finalmente, todo lo que no es su memoria también se va. Es como morir dos veces.
Me pregunto cómo es que, salvo en la ficción, aún no existe la tecnología que nos permita volcar una copia de nuestra memoria en un disco duro externo y guardarla allí, por si algún día la extraviamos. ¿Por qué no podemos hacer un backup de nuestro cerebro cada noche, mientras descansamos? ¿Cómo nadie encontró aún la manera de derrocar a ese tirano despreciable que se alimenta de recuerdos y de vidas olvidadas?
© !)
*Dedicado a R.
5 perplejos apuntes:
Grandes palabras compañero, es muy triste esto del Alzeheimer y olvidar lo que has sido, a tu propia familia.... Por lo menos a él, a Berlanga nadie le va a olvidar y eso se lleva. Yo me compro el disco duro ese, ¿donde lo venden?
Genial post, y tienes toda la razón. Menos mal que algunos aún tienen memoria y gracias a eso perdurara por siempre.
Saludos
Duro con tan solo imaginarlo.
Y qué cierto lo que dijo Wilder, no solo la pena de perder a la persona sino la fatalidad de dejar de ver la particular visión y el sello tan personal de sus formas de hacer cine.
Un saludo
Siempre he pensado que esta enfermedad es la más contra-natura de todas.
Lo natural es que al morir los cuerpos desaparezcan, mientras el recuerdo de esa persona siga con nosotros para siempre.
Pero con el maldito Alzheimer lo que era realmente esa persona se va, mientras su cuerpo sigue aquí con lo que los mismos médicos llaman "cara de pez".
¿Hay alguna muerte en vida más indigna?
(!)Hombre Perplejo.
Bella entrada.
Lo que debe resultar más duro es la primera etapa, en la que el que padece este mal aún es consciente de que lo padece.
Un saludo cinéfilo.
Publicar un comentario