Los otros bancos

De todas las manías que pueda tenerle a las entidades bancarias la que más rabia me da es que hayan usurpado ese nombre: bancos.

Seré un romántico, pero los bancos siempre han tenido para mí connotaciones positivas: mi primer pupitre no tenía silla sino banco de madera. Crecí contemplando a mi padre, que leía en un banco de piedra, mientras yo desgastaba el tobogán del parque. En los bancos de la iglesia aprendí a cantar, a orar y a escuchar. Fue al lado de un banco de trabajo donde un escultor sin estudios pero con un talento prodigioso me descubrió el fascinante olor de las virutas. He buceado con deleite entre bancos de miles de peces sin que ninguno de ellos me tocara ni se dejase tocar. Mi primer beso me lo dieron en un banco; y en un banco he leído libros extraordinarios, dormido siestas reparadoras y llorado pérdidas irreparables.

Todos esos bancos –mis bancos– no se merecen compartir semántica con “los otros”. Las oficinas de crédito y tejemaneje financiero, aunque lo pretendan, no tienen interés frente a los asientos de mi vida.

En las películas –mi otra pasión– los bancos apenas adquieren relevancia. Si aparece alguno –sea oficina polvorienta en un poblado del Far West u ostentosa sucursal de la gran ciudad– es sólo para ser objeto de un robo. Sin embargo todos recordamos donde estaban Woody Allen y Diane Keaton en el cartel de “Manhattan”, o Forrest Gump ofreciendo su historia y sus bombones a quienes le escuchaban: sentados en un banco.

También vimos a Gepetto dando forma de hijo anhelado a un leño seco en su banco, quedamos fascinados por cardúmenes en los documentales de Jacques Cousteau y padecimos cuando Simbad se aferraba al timón para evitar que su barco encallara en los bancos de arena.

En los bancos las parejas se han conocido, declarado su amor o su desamor. Han sido el lugar de encuentro para los confidentes anónimos, la oportuna atalaya, la cama de los sin techo, el restaurante de los adictos al bocadillo, la oficina improvisada, el confesionario casual…

Así que, cuando oigo hablar de “esos otros bancos”, me revuelvo contra una perversión etimológica que nos ha jugado una mala pasada.

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Propuesta interactiva

Envíame imágenes de bancos* famosos de la historia del cine y la televisión para montar una Webxposición. Adjunta el título de la película y, a poder ser, un breve comentario por el cual lo has elegido.

*Quedan excluidos “esos otros bancos” que usurpan el nombre de los auténticos; o sea: ahorraos las entidades de crédito.