España es un país de contrastes y de excesos. Puede que nuestra privilegiada geografía haya determinado nuestro dicotómico carácter. Los Suizos tienen que conformarse con sus cumbres nevadas, y los dominicanos con sus playas caribeñas; pero los catalanes podemos elegir playa o montaña, las dos están a la par de accesibles. Tardamos lo mismo en llegar a donde ponernos los esquís o cabalgar sobre una moto de agua. En Granada tienen Salobreña y Sierra Nevada; en Asturias el Cantábrico y los Picos de Europa…
Quizá sea por esto que los españoles queremos tenerlo todo, aunque sean cosas totalmente opuestas. En Sevilla pasan de la jarana de la Feria de Abril a la tribulación de la Semana Santa, y presumen de ambas. En Madrid han creado la segunda mayor infraestructura de carreteras del mundo, pero la velocidad media de los vehículos es de 10 km/hora, o sea la de un tipo haciendo footing. Éste es el país de las rondas y del pagar a escote; de la anorexia y el sobrepeso; del repaso quisquilloso a la cuenta del “Dia” y de la generosidad en propinas al taxista o al butanero; de la violencia de género en aumento y el éxito abrumador de “Escenas de matrimonio”… Aquí la gente se deja una fortuna enviando sms para salvar a su favorito de OT y luego va y se hace con su disco en el Top Manta.
Este sí que es un fenómeno difícil de explicar por lo que tiene de inconsecuente: De un tiempo a esta parte, los españoles están a la cabeza en número de descargas fraudulentas de películas por Internet. Se ha instaurado en el país un método alternativo y barato de ver cine: adquiriendo dvds piratas. Al mismo tiempo, y con la coartada de las Navidades, atavían sus hogares con pantallas LCD de alta definición y equipos de Home Cinema. En conclusión: la gente se gasta la paga extra en tecnología punta para ver películas en pantallas de 42 pulgadas y oírlas en 5.1, pero adquiere o baja de Internet copias grabadas clandestinamente en cines, con la imagen desenfocada o medio tapada por la testa del tipo de la fila delantera, y con sonido directo de la sala, defectuoso cuando no inaudible. ¿Paradójico o simplemente estúpido?
Quizá sea por esto que los españoles queremos tenerlo todo, aunque sean cosas totalmente opuestas. En Sevilla pasan de la jarana de la Feria de Abril a la tribulación de la Semana Santa, y presumen de ambas. En Madrid han creado la segunda mayor infraestructura de carreteras del mundo, pero la velocidad media de los vehículos es de 10 km/hora, o sea la de un tipo haciendo footing. Éste es el país de las rondas y del pagar a escote; de la anorexia y el sobrepeso; del repaso quisquilloso a la cuenta del “Dia” y de la generosidad en propinas al taxista o al butanero; de la violencia de género en aumento y el éxito abrumador de “Escenas de matrimonio”… Aquí la gente se deja una fortuna enviando sms para salvar a su favorito de OT y luego va y se hace con su disco en el Top Manta.
Este sí que es un fenómeno difícil de explicar por lo que tiene de inconsecuente: De un tiempo a esta parte, los españoles están a la cabeza en número de descargas fraudulentas de películas por Internet. Se ha instaurado en el país un método alternativo y barato de ver cine: adquiriendo dvds piratas. Al mismo tiempo, y con la coartada de las Navidades, atavían sus hogares con pantallas LCD de alta definición y equipos de Home Cinema. En conclusión: la gente se gasta la paga extra en tecnología punta para ver películas en pantallas de 42 pulgadas y oírlas en 5.1, pero adquiere o baja de Internet copias grabadas clandestinamente en cines, con la imagen desenfocada o medio tapada por la testa del tipo de la fila delantera, y con sonido directo de la sala, defectuoso cuando no inaudible. ¿Paradójico o simplemente estúpido?
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