8 sept 2008

El vacile de septiembre


Estos días se habla mucho de síndrome post-vacacional, vuelta a la rutina y Liga de Fútbol. En petit comité los términos se confunden y el personal comparte experiencias de ligues vacacionales, fútbol rutinario y síndrome de la Vuelta (ciclista). En cambio, los medios no prestan tanta atención a una costumbre ancestral que ejercita el más pintado y que suele conocerse como “el vacile de septiembre” o “el pique a la baja”.

La práctica consiste en demostrar a los demás que durante el verano uno ha conseguido el artículo o el servicio más espectacular (de ahí el vacile), pero por muy poco dinero o gratis (de ahí lo de “a la baja”). Aunque algún spot de coches explote el argumento, el español no es de los que recurre a la ostentación para impresionar al otro. Más bien al contrario. Aquí se camufla la calidad de vida con consignas-barricadas del tipo “vamos tirando” o “podría ir mejor”. Si hasta el que gana el Gordo de Navidad suelta aquello de “servirá para tapar unos agujerillos…”…

Ahora que atravesamos una crisis económica, qué mejor alarde que gastar menos que los demás, pero obteniendo mayores beneficios. Esto sí que es más castizo que la tortilla de patatas: provocar envidia.

Los compañeros del trabajo se disputan el cetro del “chollero” del verano con pujas invertidas: la mejor ganga de las rebajas, el hotel todo incluido a precio tirado, un crucero lujosísimo 2x1… Cuanto mayor es el chollo que explica el interlocutor, más revestimos nuestra proeza para derrotarle “por la mínima”.

El otro día metí a la familia en el coche y nos fuimos a un pueblecito de la costa. Tras un largo paseo que nos abrió el apetito descubrimos, semioculto en una callejuela, un restaurante donde probamos los calamares más deliciosos del mundo. Después fuimos a la playa y los críos se lo pasaron en grande con unas atracciones inflables que el Ayuntamiento pone a disposición de los turistas. Mientras los chicos jugaban en la orilla me sumergí en una mar serena y sentí cómo la herida de la pierna iba mejorando con el yodo y la sal. Durante casi una hora sometí a mis pies a una terapia de masaje y exfoliación caminando sobre la arena. Después nos sentamos y contemplamos juntos uno de esos atardeceres que imaginan los acuarelistas… Total: con lo que nos ahorramos en atracciones, medicamentos, balneario, reflexoterapia, esteticién y espectáculo no habrá quien nos discuta el puesto de honor en el Olimpo de los Chollos.


Fotos: Cataratas Victoria - Vía: Funatiq

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