Como etapa de la vida es una de las más estimulantes. Pero ¿cuál no lo es? ¿Quién no añora su infancia o qué abuelo no disfruta hoy de las ventajas de la jubilación? En cambio, como colectivo de individuos me temo que la juventud de hoy, al menos parte de ella, es poco menos que un estigma social.
Hasta hace bien poco se decía que para realizarse completamente bastaba con tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Al paso que vamos, muchos jóvenes completarán esta lista antes de llegar a los 20 y en sentido inverso. Esto es: habrán interrumpido voluntariamente al menos un embarazo, destruido el entorno (ya sean árboles, propiedad privada o mobiliario urbano) y no habrán leído un libro en su vertiginosa vida. Futuro negro para una generación que alardea de su edad, como si haber vivido poco-pero-intensamente (aseguran) fuera sinónimo de disfrutar la existencia.
El problema de la juventud occidental contemporánea es su grado sumo de dependencia. Jamás reconocerán que sus decisiones no son propias sino inoculadas por otros. Esta carencia de discernimiento, unida a que el Estado les concede privilegios que jamás tendrían si hubieran de ganárselos por méritos propios (se les subvencionan los estudios, el ocio, los viajes, los caprichos), neutraliza su potencial (que lo tienen) equiparándolos a olas en el océano.
Se sienten protagonistas, y lo son. Los vemos a menudo por televisión: haciendo un calvo a la policía, subiéndose a los semáforos como simios involucionados, estrellándose en la carretera tras abusar del alcohol y las drogas, convirtiendo parques públicos en vertederos con sus botellones...
También exhibiendo sus vergüenzas o su mediocridad en realit¡es y concursos. No son de los que ganan el “Pasapalabra”, pero acuden en avalanchas a los castings para estrellas; lo que demuestra, al menos estadísticamente, que lo que les puede (aunque también los hay que se apuntan a causas solidarias) es el binomio éxito-dinero ligado a la palabra mágica: “fácil”.
Cada vez que oigo decir a una niñata ¡de 15 años! que aquella es “su última oportunidad”, o a un adolescente llorando porque lleva luchando por esto “toda su vida” no sé si me pueden más las ganas de reír o de llorar. Desde luego no es para sentirse optimista, ni orgulloso, de una prole que, ojo, heredarán la Tierra (o lo que quede de ella). Suyos serán los puestos en la Administración pública y el Estado que ha de dirigir nuestra vida en el futuro. Eso, con suerte; porque como a las olas les dé por agigantarse lo que nos viene encima no es otra cosa que un tsunami descomunal.
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Hasta hace bien poco se decía que para realizarse completamente bastaba con tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Al paso que vamos, muchos jóvenes completarán esta lista antes de llegar a los 20 y en sentido inverso. Esto es: habrán interrumpido voluntariamente al menos un embarazo, destruido el entorno (ya sean árboles, propiedad privada o mobiliario urbano) y no habrán leído un libro en su vertiginosa vida. Futuro negro para una generación que alardea de su edad, como si haber vivido poco-pero-intensamente (aseguran) fuera sinónimo de disfrutar la existencia.
El problema de la juventud occidental contemporánea es su grado sumo de dependencia. Jamás reconocerán que sus decisiones no son propias sino inoculadas por otros. Esta carencia de discernimiento, unida a que el Estado les concede privilegios que jamás tendrían si hubieran de ganárselos por méritos propios (se les subvencionan los estudios, el ocio, los viajes, los caprichos), neutraliza su potencial (que lo tienen) equiparándolos a olas en el océano.
Se sienten protagonistas, y lo son. Los vemos a menudo por televisión: haciendo un calvo a la policía, subiéndose a los semáforos como simios involucionados, estrellándose en la carretera tras abusar del alcohol y las drogas, convirtiendo parques públicos en vertederos con sus botellones...
También exhibiendo sus vergüenzas o su mediocridad en realit¡es y concursos. No son de los que ganan el “Pasapalabra”, pero acuden en avalanchas a los castings para estrellas; lo que demuestra, al menos estadísticamente, que lo que les puede (aunque también los hay que se apuntan a causas solidarias) es el binomio éxito-dinero ligado a la palabra mágica: “fácil”.
Cada vez que oigo decir a una niñata ¡de 15 años! que aquella es “su última oportunidad”, o a un adolescente llorando porque lleva luchando por esto “toda su vida” no sé si me pueden más las ganas de reír o de llorar. Desde luego no es para sentirse optimista, ni orgulloso, de una prole que, ojo, heredarán la Tierra (o lo que quede de ella). Suyos serán los puestos en la Administración pública y el Estado que ha de dirigir nuestra vida en el futuro. Eso, con suerte; porque como a las olas les dé por agigantarse lo que nos viene encima no es otra cosa que un tsunami descomunal.
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─La ligereza en la juventud es como una calabaza vacía con las semillas bailando dentro.
Duelo en la Alta Sierra, escrito por N.B. Stone Jr. y Sam Peckinpah
10 perplejos apuntes:
Añadiría algo que me duele en extremo: el destrozo que hacen a algo tan valioso como es nuestra lengua, tanto hablada como escrita.
Vale que la lengua es algo vivo, en continua evolución y que tiende a la economía; pero lo que hacen estos jóvenes es un crimen.
Por eso los llamo: “La generación del super, sin tilde”, porque para ellos todo es “superloquesea”, y la riqueza del lenguaje que se vaya a la “superporra”.
PD: un chiste malo de Lacoste para aliviar el mosqueo.
¿Por qué el cocodrilo de Lacoste tiene la boca abierta?
Porque cuando lo estaban cosiendo le pillaron con la aguja los “kinders” :-P
como dice le dictador impostor de woody allen en "Banana", por ley todos los jóvenes pasarán a tener 30 años.
como dice confucio, no hay nada más imbécil que un joven.
como digo yo, o sea tú, está previsto que esas olas se crezcan en la juventud y se conviertan con el tiempo en mansos e inofensivos arroyos, algunos con un triste y tímido hilo de agua, otros hasta secos. y así es como funciona nuestro mundo.
Ratona: No puedo estar más de acuerdo !)
Tú: O así, al menos, es como ha funcionado... ¿hasta ahora?
Mi pregunta es... ¿qué es ser joven? Según los bancos tienes la hipoteca joven 35, y segun el abono transporte dejo de serlo a los 21...
En cualquier caso, me considero joven del todo porque vivo en la media (26) y, sincermanete, me parece que hablar de topicazos es MUY sencillo. Dar dos pinceladas y encajonar a varias generaciones... Creo que deberías profundizar más... empieza a observar a "esos" jóvenes que dices... en el metro, en la calle, en el trabajo... porque hay abismos..
En mi caso, vale que tuve más facilidades y viví mejor que mis padres, pero no siempre los Reyes me trajeron lo que pedí, nadie me regaló la licenciatura, he leido tantos libros que tengo que ir regalándolos a cada nueva mudanza, me he sacado a mi misma adelante en el extranjero...y nadie me regaló ningún viaje (me sacaba unas perras currando en verano de secretaria y envolviendo fucking presents en El Corte Inglés navideño)
Y sí, me he tomado un par de veces la píldora del día después, he hecho botellón hasta hartarme (y lo seguiré haciendo), me dieron beca por estudiar (300 euros de mierda al año)y he pringado como becaria todo y más.
Ahora lo que queda es una generación desencantada. ¿Para qué estudiar un máster si no me garantiza mejorar laboralmente? ¿Para qué me voy a esforzar en el curro si cada día mis jefes me explotan más y son más ricos? ¿Para qué voy a confiar en las relaciones de pareja si todas me han salido rana? ¿Para qué buscar un bonito apartamento si nunca lo podré pagar? ¿Para qué tener unos hijos a los que no podré ver por las interminables jornadas laborales?
Viví una infancia mejor que la de mis padres, pero, sinceramente, ellos han ido mejorando en las condiciones de vida y yo... no lo tengo tan claro.
Ex Anónima: Mis reflexiones irrelevantes son lo que son. Por las limitaciones propias del formato y el soporte no puedo entrar en un debate que presumo sería enriquecedor para ambos si se produjera de otra manera, una que facilitase la profundización o el contraste de puntos de vista. Intento cuidarme de generalizar (y así lo manifiesto en los escritos). Obviamente si tu caso no se inscribe en los parámetros de los que hablo o eres una excepción o no perteneces al grupo (o al sector del mismo) referido, luego no debes sentirte aludida. En cualquier caso, gracias por una aportación que enriquece este blog.
Sólo un apunte: esa generación de la que hablas, ¿por qué está desencantada? ¿No crees que todas esas preguntas que formulas pueden ser extrapolables a jóvenes de otros (quizá todos los) tiempos? ¿Por qué ha de considerarse esta generación "especial"? ¿Quizá por el abismo entre las expectativas creadas y la realidad? !)
Totalmente de acuerdo, Perplejo. Salvo honrísimas excepciones soy muy fatalista ante la visión de la juventud actual. Les veo flotar por encima de todo y de todos, con una seguridad que de por sí no sería mala si no fuera por el hecho de que no sólo es que no tienen idea de casi nada sino que ni se dan cuenta de ello ni parece importarles un pepino el no saberlas.
Escasos conocimientos de cultura general, lenguaje paupérrimo, carencia de valores, desinformados a pesar de (o por culpa de) el exceso de información, obsesionados por lo material, superficiales, atrapados por las modas... en fin, que no sigo porque me deprimo.
Por supuesto sé que no todos son así, pero un ínfima minoría puede excluirse de esta descripción que hago.
JuanRa: Me pregunto si nosotros, en su día, también éramos así, aunque nuestra percepción de nosotros mismos fuese otra... Habrá que preguntar a los mayores... !)
“Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros.” (Sócrates)
Aunque no me extrañaría que fuera apócrifo (otro griego), como lo de Borges y su malgastada juventud, o lo de Quino y sus jóvenes aunque benjaminbuttonianamente viejos
Al: Conozco la cita, que es aún más larga y contundente. Siempre la he escuchado atribuida a Sócrates, pero quién sabe... Si fuera de Quino aún me gustaría más.
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