¿Quién cae más simpático? ¿Barça y Real Madrid, con sus presupuestos estratosféricos y estrellas envanecidas, o el Sevilla, con su moderada política de fichajes que es la envidia de todos y se ha ganado un puesto entre los mejores? ¿Quién hace más (o mejor) negocio? Los grandes que van de sobraos y venden camisetas, o los clubes inteligentes que colocan a jugadores por diez veces el precio al que los obtuvieron? ¿Qué se disfruta más? ¿Ser campeón del mundo pilotando un Ferrari o hacer ganar a Renault?... Ya lo dice el refrán: el hambre (de todo tipo, no sólo fisiológica) agudiza el ingenio. Si J. K. Rowling, desempleada y viviendo de la asistencia social, no hubiera tenido problemas para sacar adelante a su hija, no habría inventado a Harry Potter ni se hubiera convertido en la única escritora de la lista Forbes...
En esta serie de artículos me he propuesto aliviar la carga de la crisis. No negándola –como han hecho otros- sino admitiendo que podemos aprovecharnos de ella. He pasado de puntillas por otra aseveración no menos importante: que nos la hemos ganado a pulso, todos. Las empresas piden dinero para salir del hoyo. Quieren acumular deuda a la deuda. O peor aún: que otros paguen sus dislates y sus inversiones de riesgo. Pero no nos equivoquemos, en lo particular hemos actuado igual que ellas y pedimos lo mismo. Cometemos un error adjudicando culpas aquí y allá. En este caso, como en el episodio bíblico, el que esté libre de pecado que lance el primer reproche.
A lo mejor aquí nos hace falta pasar un poquito de “hambre” (no sólo fisiológica). Tampoco demasiado, que nuestros mayores ya la pasaron por todos en la posguerra. Lo justo para comprender que se puede ganar dinero sin necesidad de especular con inmuebles o gastándose media paga en loterías. Que no hace falta que cada miembro de la familia tenga coche propio, ni que los críos hagan cuatro horas diarias de carísimas actividades extraescolares.
Retomando el hilo de las (legítimas) reivindicaciones político-económicas del Estatut que “permitan a Catalunya ocupar el lugar que le corresponde”, una última reflexión: antes que ser un país capdavanter prefiero serlo en inferioridad de condiciones. Hacerlo mejor que otros con menos recursos. Mola más. Porque el triunfo del ingenio es más triunfo, la victoria de los modestos sabe mejor.
En esta serie de artículos me he propuesto aliviar la carga de la crisis. No negándola –como han hecho otros- sino admitiendo que podemos aprovecharnos de ella. He pasado de puntillas por otra aseveración no menos importante: que nos la hemos ganado a pulso, todos. Las empresas piden dinero para salir del hoyo. Quieren acumular deuda a la deuda. O peor aún: que otros paguen sus dislates y sus inversiones de riesgo. Pero no nos equivoquemos, en lo particular hemos actuado igual que ellas y pedimos lo mismo. Cometemos un error adjudicando culpas aquí y allá. En este caso, como en el episodio bíblico, el que esté libre de pecado que lance el primer reproche.
A lo mejor aquí nos hace falta pasar un poquito de “hambre” (no sólo fisiológica). Tampoco demasiado, que nuestros mayores ya la pasaron por todos en la posguerra. Lo justo para comprender que se puede ganar dinero sin necesidad de especular con inmuebles o gastándose media paga en loterías. Que no hace falta que cada miembro de la familia tenga coche propio, ni que los críos hagan cuatro horas diarias de carísimas actividades extraescolares.
Retomando el hilo de las (legítimas) reivindicaciones político-económicas del Estatut que “permitan a Catalunya ocupar el lugar que le corresponde”, una última reflexión: antes que ser un país capdavanter prefiero serlo en inferioridad de condiciones. Hacerlo mejor que otros con menos recursos. Mola más. Porque el triunfo del ingenio es más triunfo, la victoria de los modestos sabe mejor.
2 perplejos apuntes:
Y tanto que mola... porque como dicen en mi pueblo, la necesidad es la madre de la invención. Y mientras no nos veamos ante la disyuntiva de hacernos las cosas nosotros mismos o no comer no tendremos la oportunidad de sacar a ese pequeño genio que tan ricamente holgazanea en nuestro interior.
Saludos y enhorabuena por haber quedado entre los cinco finalistas...
un beso,
Euralia
Lo has descrito a la perfección: ese verbo tan difícil de conjugar y tan fácil de practicar: holganazear. No confundir con "huelgazanear" (lo que hacen los vagos en los piquetes), ni con "holgasanear" (darle un baño a Olga)...
Sabes que estoy en deuda contigo por ese puesto, así que te invito a compartir mi perpleja alagarabía.
Un (otro) beso
(!)
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