Hasta no hace mucho, el octavo mes del año al que el emperador Augusto bautizó con su propio nombre era temido por sus altas temperaturas. Pero desde que nos dio por perforar la capa de ozono el tema de los grados se ha generalizado y hoy agosto ya no es sinónimo de infierno vacacional. Con todo, sigue provocando el pánico por sus “agostazos”, que no son los peligrosos golpes de calor ni las sofocantes aglomeraciones en rebajas, sino la nociva exposición a gentes que se lucran aprovechando las especiales circunstancias de estos días.
Entre quienes “hacen su agosto” figuran, en lugar destacado, los instaladores de aire acondicionado, que no satisfechos con ser los industriales más solicitados del momento, y cubrir cuantas horas quieran con encargos de agostados clientes, modifican al alza sus tarifas en función de esta inabarcable demanda. Algunos piden hasta 250 € la hora, material y desplazamientos aparte. ¿Para qué invertir diez años en estudiar Medicina si con un cursillo de técnico instalador en climatización puedes acondicionarte una jubilación de lujo?…
Otros que sacan vergonzoso partido son muchos restaurantes, que han eliminado de sus cartas el envase de litro de agua mineral sustituyéndolo por el insuficiente de 330 cc. y en algunos “generosos” casos por el del justito 500 cc. Eso sí: manteniendo el precio de la botella grande. ¡A pagar para apagar la sed!
Los talleres mecánicos son agosteños por partida doble. Además de la instalación, reparación y carga de a.a. en automóviles que -cosa extraña- suelen estropearse por estas fechas, aumentan indirectamente su volumen de negocio gracias a la obstinada manía de los consistorios por levantar calles y carreteras en estas fechas. Baches, grietas y parches castigan severamente los neumáticos, amortiguadores, frenos y dirección del más cauto. Debería hacerse un estudio sobre el efecto devastador de las Obras Públicas en el presupuesto de los conductores. Y de paso que se cuestionen si tales desgastes inciden de alguna manera en la siniestralidad veraniega mucho más que el éxito o fracaso relativo del cacareado carnet por puntos.
Entre quienes “hacen su agosto” figuran, en lugar destacado, los instaladores de aire acondicionado, que no satisfechos con ser los industriales más solicitados del momento, y cubrir cuantas horas quieran con encargos de agostados clientes, modifican al alza sus tarifas en función de esta inabarcable demanda. Algunos piden hasta 250 € la hora, material y desplazamientos aparte. ¿Para qué invertir diez años en estudiar Medicina si con un cursillo de técnico instalador en climatización puedes acondicionarte una jubilación de lujo?…
Otros que sacan vergonzoso partido son muchos restaurantes, que han eliminado de sus cartas el envase de litro de agua mineral sustituyéndolo por el insuficiente de 330 cc. y en algunos “generosos” casos por el del justito 500 cc. Eso sí: manteniendo el precio de la botella grande. ¡A pagar para apagar la sed!
Los talleres mecánicos son agosteños por partida doble. Además de la instalación, reparación y carga de a.a. en automóviles que -cosa extraña- suelen estropearse por estas fechas, aumentan indirectamente su volumen de negocio gracias a la obstinada manía de los consistorios por levantar calles y carreteras en estas fechas. Baches, grietas y parches castigan severamente los neumáticos, amortiguadores, frenos y dirección del más cauto. Debería hacerse un estudio sobre el efecto devastador de las Obras Públicas en el presupuesto de los conductores. Y de paso que se cuestionen si tales desgastes inciden de alguna manera en la siniestralidad veraniega mucho más que el éxito o fracaso relativo del cacareado carnet por puntos.
—¿Qué tiene de malo la ciencia? Mira: yo, entre el aire acondicionado y el Papa, prefiero el aire acondicionado. (Desmontando a Harry)
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