Buscando una explicación a la espectacular y aunque anhelada no por ello inesperada hazaña de la selección española de fútbol se han enfatizado dos puntos clave: que el equipo ha sido una piña y que han jugado un fútbol de gran nivel, el mejor de Europa. En otras palabras, el éxito ha llegado a consecuencia de hacer lo que se supone que debían hacer: jugar como un equipo. ¿Por qué nos sorprende?
Los grupos se constituyen por un objetivo común: el ser campeones, triunfadores, líderes o sencillamente felices; se trate de una empresa, un partido político, un equipo deportivo o una familia. Sin embargo la realidad confirma el permanente gatillazo de lo colectivo. En el ámbito de los negocios es frecuente que los empleados detesten al jefe por considerarlo explotador, antipático, incompetente o todo a la vez. Por su lado, los jefecillos se enzarzan en disputas maquiavélicas y traicioneras para obtener mayor poder en la misma compañía. Por no hablar del mobbing, el acoso, los contratos basura o la institucionalización del Departamento de Chismes.
En lo deportivo, estrellas de antaño abandonan los clubs por la puerta de atrás y las filtraciones de vestuario constatan un universo conflictivo de egos en lo que aparenta un conjunto bien avenido. Pilotos de la misma escudería que se hacen pirulas, tenistas que se enfrentan a la Federación por la ubicación de la pista, jugadores que no cobran se declaran en huelga, denuncias entre compañeros, fuego cruzado de declaraciones, envidias, destituciones, mociones de censura…
Los partidos políticos son un pésimo ejemplo de esa unidad que favorece el éxito: retiradas reversibles, transfugismo, declaraciones públicas de concordia que ocultan cruentos fratricidios… En cuanto a la crisis de la familia (o desaceleración del afecto familiar), basta leer los periódicos: divorcios, violencia de género, enfrentamientos por la herencia, batallas legales por la custodia de los hijos, el apartamento o la mascota… En resumen: el fracaso de la experiencia en común.
Dicen que el individuo necesita compartir sus emociones con los demás y de ahí el éxito del deporte. Pero lo cierto es que no sabemos unirnos; salvo los prosélitos de la globalización, que funden sus intereses personales en el bien común capital… Quiero decir: en su bien común, el capital.
Los grupos se constituyen por un objetivo común: el ser campeones, triunfadores, líderes o sencillamente felices; se trate de una empresa, un partido político, un equipo deportivo o una familia. Sin embargo la realidad confirma el permanente gatillazo de lo colectivo. En el ámbito de los negocios es frecuente que los empleados detesten al jefe por considerarlo explotador, antipático, incompetente o todo a la vez. Por su lado, los jefecillos se enzarzan en disputas maquiavélicas y traicioneras para obtener mayor poder en la misma compañía. Por no hablar del mobbing, el acoso, los contratos basura o la institucionalización del Departamento de Chismes.
En lo deportivo, estrellas de antaño abandonan los clubs por la puerta de atrás y las filtraciones de vestuario constatan un universo conflictivo de egos en lo que aparenta un conjunto bien avenido. Pilotos de la misma escudería que se hacen pirulas, tenistas que se enfrentan a la Federación por la ubicación de la pista, jugadores que no cobran se declaran en huelga, denuncias entre compañeros, fuego cruzado de declaraciones, envidias, destituciones, mociones de censura…
Los partidos políticos son un pésimo ejemplo de esa unidad que favorece el éxito: retiradas reversibles, transfugismo, declaraciones públicas de concordia que ocultan cruentos fratricidios… En cuanto a la crisis de la familia (o desaceleración del afecto familiar), basta leer los periódicos: divorcios, violencia de género, enfrentamientos por la herencia, batallas legales por la custodia de los hijos, el apartamento o la mascota… En resumen: el fracaso de la experiencia en común.
Dicen que el individuo necesita compartir sus emociones con los demás y de ahí el éxito del deporte. Pero lo cierto es que no sabemos unirnos; salvo los prosélitos de la globalización, que funden sus intereses personales en el bien común capital… Quiero decir: en su bien común, el capital.
ilustraciones de: aeset - vía: devianart
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