Los guionistas norteamericanos están en huelga. Lo hacen para reivindicar su derecho autoral (a efectos de la pertinente remuneración) sobre la explotación comercial de sus trabajos en dvd e Internet.
La última vez que se negaron a escribir, hace casi veinte años, la protesta duró más de cinco meses y costó a la industria norteamericana del audiovisual 500 millones de dólares.
En España, una huelga así es inimaginable. Aquí se han producido pocos plantones sectoriales. Hubo una huelga de actores de doblaje que para algunos fue un gran error, ya que la industria siguió adelante contratando a nuevas promesas. No hace mucho los exhibidores plantearon un cierre que como quien dice acabó antes de empezar. Alguna tímida amenaza de los actores, algo más rigurosa de los funcionarios de la televisión pública… Y poco más.
En cuanto a los guionistas éste es un tema tabú. Nadie se lo plantea. Reivindicar derechos, sí. Siempre. Amenazar con una huelga, ni en broma. El problema es el escaso o nulo celo corporativista de los guionistas patrios. Pese a los intentos de GAC, ALMA, FAGA y demás, los guionistas españoles, acostumbrados a lidiar en solitario no sólo como profesionales de la escritura, sino también como agentes de sí mismos a la hora de negociar sus contratos, no entienden las virtudes del asociacionismo como arma sindical, o son escépticos respecto a ellas, o descreídos, o simplemente se las traen al pairo.
En EE.UU. se ponen en huelga un cuarto de millón de escritores. La cifra asusta. Aquí lo harían cuatro gatos; una cifra que también asusta por lo que tiene de insolidaria. Me constan algunos plantones puntuales de equipos negándose a trabajar porque la productora había decidido prescindir de algún compañero, lo cual es meritorio y digno de mención. Pero reivindicaciones colectivas no existen.
De hecho, la huelga de los compañeros norteamericanos se vive aquí con una ambigüedad perturbadora. Por un lado, la admiración que produce que ellos sean capaces de reivindicarse así, dándonos más envidia que ejemplo. Por otro, la inquietud porque si la huelga se alarga demasiado nos quedaremos sin conocer los desenlaces de las series de tv que más nos gustan.
Huelga decir que el cine y la televisión han reflejado a lo largo de su historia este fenómeno de resistencia colectiva de los trabajadores, desde la óptica más revolucionaria (Stáchka, de Eisenstein, La sal de la tierra, Joe Hill...) a la simple caricatura (el último ejemplo en la serie “La familia mata”).
Biopics de líderes sindicales, conflictos históricos como nudo argumental o telón de fondo, repercusiones en el ámbito social, familiar y personal, esquiroles y piquetes como elementos dramáticos, huelgas de hambre, de brazos caídos… que intentaremos reseñar en futuros artículos.
La última vez que se negaron a escribir, hace casi veinte años, la protesta duró más de cinco meses y costó a la industria norteamericana del audiovisual 500 millones de dólares.
En España, una huelga así es inimaginable. Aquí se han producido pocos plantones sectoriales. Hubo una huelga de actores de doblaje que para algunos fue un gran error, ya que la industria siguió adelante contratando a nuevas promesas. No hace mucho los exhibidores plantearon un cierre que como quien dice acabó antes de empezar. Alguna tímida amenaza de los actores, algo más rigurosa de los funcionarios de la televisión pública… Y poco más.
En cuanto a los guionistas éste es un tema tabú. Nadie se lo plantea. Reivindicar derechos, sí. Siempre. Amenazar con una huelga, ni en broma. El problema es el escaso o nulo celo corporativista de los guionistas patrios. Pese a los intentos de GAC, ALMA, FAGA y demás, los guionistas españoles, acostumbrados a lidiar en solitario no sólo como profesionales de la escritura, sino también como agentes de sí mismos a la hora de negociar sus contratos, no entienden las virtudes del asociacionismo como arma sindical, o son escépticos respecto a ellas, o descreídos, o simplemente se las traen al pairo.
En EE.UU. se ponen en huelga un cuarto de millón de escritores. La cifra asusta. Aquí lo harían cuatro gatos; una cifra que también asusta por lo que tiene de insolidaria. Me constan algunos plantones puntuales de equipos negándose a trabajar porque la productora había decidido prescindir de algún compañero, lo cual es meritorio y digno de mención. Pero reivindicaciones colectivas no existen.
De hecho, la huelga de los compañeros norteamericanos se vive aquí con una ambigüedad perturbadora. Por un lado, la admiración que produce que ellos sean capaces de reivindicarse así, dándonos más envidia que ejemplo. Por otro, la inquietud porque si la huelga se alarga demasiado nos quedaremos sin conocer los desenlaces de las series de tv que más nos gustan.
Huelga decir que el cine y la televisión han reflejado a lo largo de su historia este fenómeno de resistencia colectiva de los trabajadores, desde la óptica más revolucionaria (Stáchka, de Eisenstein, La sal de la tierra, Joe Hill...) a la simple caricatura (el último ejemplo en la serie “La familia mata”).
Biopics de líderes sindicales, conflictos históricos como nudo argumental o telón de fondo, repercusiones en el ámbito social, familiar y personal, esquiroles y piquetes como elementos dramáticos, huelgas de hambre, de brazos caídos… que intentaremos reseñar en futuros artículos.
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