El azul es el más veraniego de los colores: zafíreos son el cielo, el mar, los revestimientos de las piscinas y los carteles de esa autopista que nos conduce al destino vacacional. Acertó de pleno Mercero titulando a su antológica serie, que no habría tenido el mismo éxito de haberse llamado “Chanquete y sus amiguitos”, por ejemplo.
Aunque a los bluesmen de Nueva Orleans les ponga melancólicos, el índigo ha sido siempre un color simpático: los Pitufos, Supercoco o el hada Primavera de "La bella durmiente" lo constatan; la Viagra también. Si Sevilla tiene un color especial Barcelona no ha de ser menos: ahí están su tramvia blau, las equipaciones de Barça y Espanyol y la iluminación nocturna de la Torre Agbar… Las frutas azules (como las moras o los arándanos) ayudan a prevenir los efectos del envejecimiento. La celeste es la tonalidad de la verdad, la tranquilidad y la esperanza.
Me imagino que quienes la eligieron como identificativo del estacionamiento urbano de pago quisieron aprovechar su cordialidad cromática para vendernos esa perversa idea de una ciudad ordenada, sostenible y recaudadora… Fracasaron estrepitosamente; como los modistos de Guantánamo.
En las calles serigrafiadas en turquesa no se percibe el efecto relajante que se le presume al armónico azulino. El añil destaca, sí; pero no tanto en el suelo como en las cerúleas caras de los ciudadanos a los que la Zona Azul saca de quicio.
Para empezar, Los parquímetros se estropean con frecuencia, lo que obliga a buscar otra tiquetera que nadie sabe dónde está. (¿Por qué no ponen indicativos como hacen las farmacias?) “La otra” suele estar bastante lejos, así que caminas lo que no querías y consumes minutos tarifados de regreso al coche. Pero lo infame son sus “modernas” prestaciones: algunas no aceptan tarjetas, ni billetes (¿por qué?). Encima advierten que no devuelven cambio (¿por qué no?). Si no tienes monedas no puedes aparcar. Otro abuso es el reloj interno, siempre atrasado unos minutos, lo que significa que te soplan algunos céntimos por la cara. La cromoterapia (que no es una técnica de relajación por medio del intercambio de cromos) afirma que el azul es astringente, pero lo único que encoge en la zona de estacionamiento vigilado es el monedero.
En su línea de facilitar la vida al ciudadano, los ayuntamientos han implantado una nueva estrategia: la obligatoriedad de consignar en el ticket la matrícula del vehículo. Tendrán sus razones, pero a bote pronto se antoja una medida discorde a la cacareada educación de la ciudadanía, pues impide el cívico y generoso trasvase de tickets que todavía no han expirado. Es obvio que el concepto “compartir” no entra en su nomenclatura de valores a fomentar.
Pero en justicia, si no agoto el tiempo por el que he pagado y otro no puede aprovecharlo, ¿no debería tener derecho a que se me devuelva lo abonado de más, o esto la maquinita de marras tampoco puede/quiere hacerlo?
2 perplejos apuntes:
Hola,
buscant informació per internet he trobat el teu blog. Estem fent un treball sobre la representació dels sentits en el cinema, i he pensat que tu potser ens sabries dir alguna pel.lícula que ens anés bé per analitzar!
Gràcies!
Si el treball és genèric hi teniu una curiositat catalana: "El domini dels sentits".
algunes idees perplexes:
Vista: "El hombre de los rayos X en los ojos"
Oïda: "Lo que piensan las mujeres"
Olfacte: "El perfum"
Tacte: "9 semanas y media"
Gust: "El festín de Babette"
Sort amb el treball i disculpeu el retard.
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