12 ago 2008

Sentencias


Hablándose estos días de asuntos judiciales (excarcelación polémica, reprobación de condenas exiguas, cumplimiento íntegro de penas), lo lógico es pensar que vaya a cargar contra jueces y tribunales. Pero no van por ahí los tiros; al menos los míos. Me referiré al hecho sentencioso, al arte de armar palabras para construir una frase categórica, una réplica aguda y contundente.

La historia nos dio ilustres inventores de sentencias, como el belicoso Julio César, acuñador de la célebre «Vini, Vidi, Vinci» («Vine, vi, vencí»). No hay que irse tan lejos para encontrar ejemplos gloriosos. Aquí mismo un revolucionario de la radiodifusión forjó una leyenda en torno a su «Inquitio, Compari, Empti», o lo que es lo mismo: «Busque, compare y si encuentra algo mejor cómprelo».

Para sentenciar con éxito, cuanto más directo mejor. Como el crítico que al escribir sobre la película Sé quién me mató titula su artículo “Nosotros no y nos importa un carajo”. Brillante. Una fórmula sentenciosa que “sentencia” al film a la puntuación más baja posible. Nada mejor que echar mano de la síntesis para concentrar en pocas palabras una verdad, algo que todos comprenden a la primera, con lo que se identifican de inmediato y que admiten haber pensado sin atreverse a formular con análoga nitidez: «Pienso, luego existo», «Qui paga mana», «¿Por qué no te callas?»… Cuando el enunciado parte de un budista se conoce como zen-tencia. De ser un espía internacional se habla de senten-CIA. Si el artífice es un jubilado se dice de él que seten-tencia y si ya acumula un centenar de dichos, el aforismo adquiere rango de cien-tencia.

A los creativos publicitarios se les exige el plus de lo sentencioso, y nutren de lemas ingeniosos y ávidos de seducir hasta la campaña más modesta. Pero sentenciar a base de absolutos puede conducir al más absoluto ridículo: «Si su vida sexual funciona, lo demás no importa». Aquí la sentencia es condenatoria, por relativizar la existencia humana. Pero de los anuncios y su adicción a sentenciar frívolamente me ocuparé otro día porque “Él te mató. ¡Da vía, da! ¡Pará! +”… que decían Les Luthiers, inventores entre otras de la afinada sentencia: «Si aquél que dice ser tu mejor amigo te clava un puñal en la espalda, debes desconfiar de su amistad».

2 perplejos apuntes:

Small Blue Thing dijo...

Mire usted por dónde, le habría venido que ni pintada la sesión inaugural del último curso de guión en el que estuve para constatar en la práctica esto de las sentencias y la reducción al ridículo.

(!) hombre perplejo dijo...

Ya he leído tu post y no tiene desperdicio... el post, porque el contenido del cursillo de "desperdicios" iba trillado.

Si alguien tiene curiosidad por los pícaros del siglo XXI, que se dé un paseo por allí.