3 mar 2008

"Cara a Cara" ZP-Rajoy


Qué bien se lo montan los norteamericanos. Ellos pueden votar a Obama, o a Hillary. Elegir entre ambos; o entre ellos y McCaine, o Huckabee. En España no podemos votar a personas. Tenemos que conformarnos con elegir partidos, o lo que es peor: siglas. ¿Y si no nos convencen los que lideran los partidos? ¿Y si nos gustan algunos políticos, pero no el partido al que representan?

Así como los grandes almacenes concibieron el Día de Padre, de la Madre y de San Valentín, la televisión ha inventado “El Debate”. En ambos casos para su propio beneficio. No importa el disfraz que le pongan (el ciudadano debe estar informado, plataforma para exponer sus propuestas, pluralismo democrático…) porque el resultado se mide por dos únicos parámetros: qué audiencia tuvo (en el caso del “Cara a Cara” ZP-Rajoy la que cabía esperar: espectacular), y quién venció. Es un error (quizás intencionado) plantearlo como un espacio competitivo. La semana previa el foro mediático era monotemático, y abundaban las elucubraciones sobre quién iba a ganar. La semana posterior todo son análisis y controversias sobre quién ha ganado.

Y hoy todo gira en torno al segundo asalto del enfrentamiento, que califican de "determinante" para los comicios del domingo y publicitan explotando su vertiente más revanchista.
Que haya un vencedor implica que también hay un vencido, y como nadie quiere serlo se obliga a que todos mientan. Ya me dirán qué formato informativo es ese que se articula sobre la premisa de que los candidatos acabarán faltando a la verdad. ¿A esos tipos embusteros, y a los partidos manipuladores de datos y giros lingüísticos que representan, hemos de entregar nuestro voto para que gobiernen el país?

Tanto ha calado en ellos la fiebre competidora que uno de los debatientes eligió como alegato final su compromiso para que yo tenga el mismo derecho que los demás no tanto a ser feliz, o a una atención sanitaria completa, o a una educación excelente, o a condiciones laborales dignas, o a no sufrir abusos por parte de las entidades bancarias o la propia Administración Pública, sino… a tener éxito. En este país o te conviertes en un triunfador o corres el riesgo de que te consideren un fracasado. No te dejan otra opción. La felicidad o desdicha se conciben, no en función de principios, valores o ideales, sino del éxito. Llámenlo ingenuidad política, pero a mí todas estas cosas me desconciertan.

2 perplejos apuntes:

Anónimo dijo...

Pues no dejes que la noche te confunda, jeje.. porque, sin entrar en posicionamientos partidistas, y a falta de otro debate, lo que sí se divisa en el horizonte es el final de la carrera política de Rajoy.. como humildemente lo veo, claro.
Venga, salu2!

(!) hombre perplejo dijo...

No le veo yo ni de presidente ni de líder de la oposición...