Todo el mundo habla de esta producción francesa que ha conquistado el corazón de Hollywood y de medio mundo. The Artist se postula para los Oscar mientras acumula premios de la crítica y aplausos del público, esquivo consenso reservado a unos pocos.
¿Qué es lo que fascina de este pulcro ejercicio de homenaje al cine de (bastante) antes? ¿Será su osadía por contar una historia muda en blanco y negro en la era de los efectos digitales y el 3D? ¿Serán sus excelentes actores? ¿Será su meticulosa puesta en escena? Probablemente.
De cualquier manera, ha tenido mejor suerte que otras aventuras similares, como aquella exquisita pieza de Carl Reiner, Cliente muerto no paga, con un espléndido Steve Martin, o incluso La última locura de Mel Brooks, uno de esos talentos que perdió el rumbo, como George Lucas, que anuncia ahora su retirada del mundo de la producción. Los cito porque no me parece casual lo que está ocurriendo.
The Artist apela a la nostalgia a través del alma de sus personajes. Sobre todo de su protagonista, la rutilante estrella silente George Valentin, cuya caída por el devastador efecto de la llegada del sonoro nos remite a otros clásicos cinéfilos como El crepúsculo de los dioses. Este galán de bigote rectilíneo y deslumbrante sonrisa es apeado del pedestal por la irrupción en su mundo de una innovación tecnológica que devora sin remedio su universo de éxito y glamour, condenándole al olvido y la crisis existencial.
Su tragedia conmueve y he aquí donde yo veo una atinada similitud con nuestro tiempo. Hoy algunos artistas -sobre todo músicos y escritores- ponen el grito en el cielo porque la Web 2.0 amenaza con destruirlos. Ejemplos como el patético berrinche de Lucía Etxebarría, con visos de querer recuperar una notoriedad perdida con la amenaza de no volver a escribir, parecen más próximos a la demencia de Norma Desmond que a Paco Umbral y su cabreo catódico en el programa de la Milá.
Como ocurrió con el tránsito del mudo al sonoro, una innovación tecnológica está poniendo patas arriba el status de privilegio de ciertos artistas que, aunque se resistan a admitirlo, ya están condenados a la ruina de sus egos. Está por ver quiénes logran adaptarse y sobreviven y quiénes son devorados por este nuevo crepúsculo de los dioses del arte industrializado.
¿Qué es lo que fascina de este pulcro ejercicio de homenaje al cine de (bastante) antes? ¿Será su osadía por contar una historia muda en blanco y negro en la era de los efectos digitales y el 3D? ¿Serán sus excelentes actores? ¿Será su meticulosa puesta en escena? Probablemente.
De cualquier manera, ha tenido mejor suerte que otras aventuras similares, como aquella exquisita pieza de Carl Reiner, Cliente muerto no paga, con un espléndido Steve Martin, o incluso La última locura de Mel Brooks, uno de esos talentos que perdió el rumbo, como George Lucas, que anuncia ahora su retirada del mundo de la producción. Los cito porque no me parece casual lo que está ocurriendo.
The Artist apela a la nostalgia a través del alma de sus personajes. Sobre todo de su protagonista, la rutilante estrella silente George Valentin, cuya caída por el devastador efecto de la llegada del sonoro nos remite a otros clásicos cinéfilos como El crepúsculo de los dioses. Este galán de bigote rectilíneo y deslumbrante sonrisa es apeado del pedestal por la irrupción en su mundo de una innovación tecnológica que devora sin remedio su universo de éxito y glamour, condenándole al olvido y la crisis existencial.
Su tragedia conmueve y he aquí donde yo veo una atinada similitud con nuestro tiempo. Hoy algunos artistas -sobre todo músicos y escritores- ponen el grito en el cielo porque la Web 2.0 amenaza con destruirlos. Ejemplos como el patético berrinche de Lucía Etxebarría, con visos de querer recuperar una notoriedad perdida con la amenaza de no volver a escribir, parecen más próximos a la demencia de Norma Desmond que a Paco Umbral y su cabreo catódico en el programa de la Milá.
Como ocurrió con el tránsito del mudo al sonoro, una innovación tecnológica está poniendo patas arriba el status de privilegio de ciertos artistas que, aunque se resistan a admitirlo, ya están condenados a la ruina de sus egos. Está por ver quiénes logran adaptarse y sobreviven y quiénes son devorados por este nuevo crepúsculo de los dioses del arte industrializado.
4 perplejos apuntes:
¡Hola! Me alegro de verte en plena forma. No tengo perdón por no pasarme antes. ¿Cuánto hace que nos conocemos? ¿Hemos madurado? ¿Usamos pañales para miccionar? ¿Hemos ganado el Pullitzer? No, a todas, de momento, pero seguimos teniendo mala leche y, lo que es peor, jajaja, somos la resistencia -no sé de qué, pero la resistenca, contra "ellos", que pueden ser lo que queramos, ahí está la gracia de los pilotos, o vamos a dejar que Fringe tenga el copyright de hacer y deshacer cuando les dé la gana y de forma deslabazada-. Pues no.
Me gusta mucho -como la trucha al trucho- lo de las películas que te gustan y las que no, un curro de Photoshop, pero como en realidad eres un ser biónico y, como en Tron, viajas adentro del Photoshop y lo haces todo en un periquete -he aquí un cambio de registro, lo sé-, pues no te lo tenemos en cuenta como esfuerzo sino como gozo para nuestra vista.
Te mando un abrazo desde Canarias, homeland, y que sepas que llevo casi 4 años aguantándote y no sé si aguantaré otro año sin pedirte el divorcio, porque ya está bien de cambiarme los pósters de las películas, que luego voy a verlas y me río en los dramas o lloro en las comedias, y es un sinvivir. Un abrazo, grande, Julio. =D
(!)Hombre Perplejo.
Un artículo conciso y directo a la yugular (no diré al cerebro porque eso sería mucho suponer en el caso de algunos a los que te refieres en él).
Un saludo cinéfilo.
P.D.: y hablando de costumbres del blog, ¿cómo pretenden que forme un título "perplagio" con estas palabras de verificación: Idnewsp same? Bueno, hiré a lo sencillo: "(Idnewsp) S(h)ame" o "Raíces Profumdas".
Ostras, compañero. Esto sí que es un comentario de los de subidón. Lamento haber estado "out of order" unos días (semanas, de hecho) y perderme la oportunidad de agradecértelo desde lo más profundo de mi código binario !) Y es que, como dice la canción... ¿Qué decía?... El caso es que... Bueno, eso, qué mas da. Que es un privilegio que esto dure cuatro años y que aún no me pidas el cese temporal de la convivencia virtual. Un abrazo !)
Dexter: ¿Será que me estoy volviendo demasiado crítico? Me pasa como Almodóvar, que me pongo a escribir en broma... y no me sale!)
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