El eslogan "Él no lo haría" forma parte de nuestro inconsciente colectivo; pero nuestra inconsciencia nos lleva a seguir adquiriendo mascotas en fechas señaladas para aplicarles un ERE (expediente de regulación de egoísmo) en cuanto se convierten en una carga o molestan. Las perreras aprovechan estos "días sensibles" para promocionar a sus huéspedes, que buscan familias con las que compartir algo más que refugio y comida.
Porque la acogida y el abandono se citan simultáneamente en Navidad.
Es momento de conjurarse para abandonar aquello que nos perturba o nos impide ser felices: Abandonar adicciones o malos hábitos, como el tabaco, el sedentarismo o la glotonería; abandonar una racha de mala suerte, o un año aciago con el reset melódico de las loterías o las campanadas; incluso los hay que se deciden a abandonar la propia vida (las estadísticas asustan).
En las calles, en contraste con las luces y los escaparates (voceros de los dioses del consumo y el despilfarro), también se palpa el abandono: Entre la multitud, rostros compungidos porque sus parejas decidieron tomar otro camino, echando de menos a un ser querido que no conocerá el Año Nuevo, encajando sin éxito la tragedia de un ajuste de plantilla. Otras personas, sin árboles que decorar ni hogares a los que regresar, montan sus pesebres de cartón para no pasar las noches al raso y apelan al "espíritu navideño" para aliviar la desdicha de haber sido abandonados -quizá por abandonarse ellos primero- por sus familias, sus amigos y su país. Un país sacudido por una crisis que parece resistirse precisamente a abandonarnos.
Pero también es tiempo de acoger en casa a los nuestros, los amemos o no, porque compartimos sangre e historia; es momento (¿cuándo no lo es?) de dar acogida al perdón, la generosidad y el amor.
La Navidad es aquello que pasa mientras muchos celebran algo que no lo es. Es el recuerdo del compromiso de un Dios hecho hombre para acogernos. Es el reclamo del niño de Belén que nació para mostrarnos que no sólo "no lo haría" sino que no lo hizo. Él no nos abandonó. En todo caso, como ocurrió con la campaña antes aludida, los que sí seguimos haciéndolo somos nosotros.
*Feliz -y acogedora- Navidad !)
Porque la acogida y el abandono se citan simultáneamente en Navidad.
Es momento de conjurarse para abandonar aquello que nos perturba o nos impide ser felices: Abandonar adicciones o malos hábitos, como el tabaco, el sedentarismo o la glotonería; abandonar una racha de mala suerte, o un año aciago con el reset melódico de las loterías o las campanadas; incluso los hay que se deciden a abandonar la propia vida (las estadísticas asustan).
En las calles, en contraste con las luces y los escaparates (voceros de los dioses del consumo y el despilfarro), también se palpa el abandono: Entre la multitud, rostros compungidos porque sus parejas decidieron tomar otro camino, echando de menos a un ser querido que no conocerá el Año Nuevo, encajando sin éxito la tragedia de un ajuste de plantilla. Otras personas, sin árboles que decorar ni hogares a los que regresar, montan sus pesebres de cartón para no pasar las noches al raso y apelan al "espíritu navideño" para aliviar la desdicha de haber sido abandonados -quizá por abandonarse ellos primero- por sus familias, sus amigos y su país. Un país sacudido por una crisis que parece resistirse precisamente a abandonarnos.
Pero también es tiempo de acoger en casa a los nuestros, los amemos o no, porque compartimos sangre e historia; es momento (¿cuándo no lo es?) de dar acogida al perdón, la generosidad y el amor.
La Navidad es aquello que pasa mientras muchos celebran algo que no lo es. Es el recuerdo del compromiso de un Dios hecho hombre para acogernos. Es el reclamo del niño de Belén que nació para mostrarnos que no sólo "no lo haría" sino que no lo hizo. Él no nos abandonó. En todo caso, como ocurrió con la campaña antes aludida, los que sí seguimos haciéndolo somos nosotros.
*Feliz -y acogedora- Navidad !)
3 perplejos apuntes:
Que hayas pasado un feliz navidad, éxitos el 2012.
Una reflexión tan aciaga como certera. Tantísimas luces por todas partes y apenas llegan a iluminar nuestro interior.
Pese a abandonos y desdichas...
Feliz Navidad para usted y los suyos, Sr Perplejo :)
Buena reflexión¡¡¡
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