Uno se endeuda al echar mano de recursos ajenos para cubrir el propio presupuesto. Adquiere por ello un compromiso de restituir lo prestado en virtud de un plan que incluye la previsión futura de los ingresos oportunos. Mientras tanto se tienen deudas, y a quien las gestiona se le llama economista.
Pero no siempre el débito se adquiere de forma consciente, como estrategia coyuntural para salir del paso. A menudo las deudas llegan sin uno preverlas, de forma inesperada o a traición. Un revés en la vida, una injusticia, un error de cálculo puede empobrecernos, o aun arruinarnos, haciendo que, en vez de tener deudas, sean las deudas las que nos tengan a nosotros. Esto nos convierte en desdichados.
Ante la nueva situación se puede reaccionar con amor propio, coraje y determinación, cual Escarlata O’Hara, y conjurarse para hacerles frente. O, por el contrario, instalarse en el victimismo de los insolventes. Pese a la gran diferencia de actitud, técnica –e impropiamente- los acreedores nos considerarán morosos.
Una cosa puede llevar a la otra, pero no siempre es así. Porque hay quien hace de la morosidad sostenida un estilo de vida. A estos miserables se les conoce como jetas, sinvergüenzas y, en algunos círculos de opaca moralidad, brillantes gestores financieros.
Más allá del ámbito mercantil existe otro concepto: el de estar en deuda, que es cuando sabemos que equilibrar la balanza jamás será posible; no porque carezcamos de recursos para hacerlo (que también), sino porque lo entregado no tiene acuse de recibo, pues por nosotros lo hicieron, sin esperar nada a cambio.
Estamos en deuda con quienes nos dieron la vida, con los maestros que nos enseñaron, los amigos que nos escucharon, nos aconsejaron y sanaron nuestras heridas. Somos deudores de los libros que leímos y nos instruyeron, estimularon la imaginación y alentaron nuestros sueños; de las melodías que nos emocionaron, de los momentos que nos marcaron y aun de los errores que nos ayudaron a crecer y a madurar. Y, por supuesto, de todo cuanto nos ha dado el cine.
Estas deudas, pese a no poderlas pagar, no nos convierten en morosos sino en bienaventurados.
Las ilustraciones son de Oksana Grivina
Pero no siempre el débito se adquiere de forma consciente, como estrategia coyuntural para salir del paso. A menudo las deudas llegan sin uno preverlas, de forma inesperada o a traición. Un revés en la vida, una injusticia, un error de cálculo puede empobrecernos, o aun arruinarnos, haciendo que, en vez de tener deudas, sean las deudas las que nos tengan a nosotros. Esto nos convierte en desdichados.
Ante la nueva situación se puede reaccionar con amor propio, coraje y determinación, cual Escarlata O’Hara, y conjurarse para hacerles frente. O, por el contrario, instalarse en el victimismo de los insolventes. Pese a la gran diferencia de actitud, técnica –e impropiamente- los acreedores nos considerarán morosos.
Una cosa puede llevar a la otra, pero no siempre es así. Porque hay quien hace de la morosidad sostenida un estilo de vida. A estos miserables se les conoce como jetas, sinvergüenzas y, en algunos círculos de opaca moralidad, brillantes gestores financieros.
Más allá del ámbito mercantil existe otro concepto: el de estar en deuda, que es cuando sabemos que equilibrar la balanza jamás será posible; no porque carezcamos de recursos para hacerlo (que también), sino porque lo entregado no tiene acuse de recibo, pues por nosotros lo hicieron, sin esperar nada a cambio.
Estamos en deuda con quienes nos dieron la vida, con los maestros que nos enseñaron, los amigos que nos escucharon, nos aconsejaron y sanaron nuestras heridas. Somos deudores de los libros que leímos y nos instruyeron, estimularon la imaginación y alentaron nuestros sueños; de las melodías que nos emocionaron, de los momentos que nos marcaron y aun de los errores que nos ayudaron a crecer y a madurar. Y, por supuesto, de todo cuanto nos ha dado el cine.
Estas deudas, pese a no poderlas pagar, no nos convierten en morosos sino en bienaventurados.
Las ilustraciones son de Oksana Grivina
Dialigados
―Si te pasas el día pensando en las deudas, ¿de dónde sacas tiempo para amar?
('Los caballeros las prefieren rubias')
8 perplejos apuntes:
Cuanta razón tenía MM. Por cierto buen post.
y cuanta razón!!!!!!
maravillosa foto
La palabra “deuda” tiene un sinónimo muy curioso como es “parienta”, y con la que también se puede “estar en deuda” :-P
Perfecto post, tus reflexiones siempre dan que pensar, que es lo que supongo pretendes.
Y como me siento en deuda contigo desde los premios 20blogs, y como admiración a tu blog, te he concedido un premio de esos que circulan entre blogs. Desde luego, no pretendo que sigas la cadena, pues a mi también en cierto sentido, me parecen absurdos muchas veces estos premios. Pero ten por seguro, que te lo otorgo porque representa la verdad de este blog: Merece la pena, y mucho, sigue así, que aunque ultimamente no estes tan fructífero con los post (por la asiduidad, no por la calidad, que sigue siendo grande), bien lo mereces.
Sigue así amigo 2.0, como bien me dijiste una vez, y me he apropiado el termino.
Y repito, no pretendo que sigas la cadena.
Un abrazo.
Divertimento: O ella o sus guionistas, claro. Gracias !)
Bagalloneta: Con Marilyn cuesta decidirse por una !)
Ratona: ¿Qué estás insinuando...? :D :D !)
Serreina: Una vez más, muchas gracias por tu cariño y apoyo. Sí, es cierto que me prodigo menos, pero estoy volcado en otros asuntos que "me roban" el tiempo; aunque nada más lejos de mi intención que abandonar este lugar o a los amigos que lo frecuentan. Tu premio me entusiasma, y pienso darle la cabida que merece en el blog, sobre todo porque viene de ti. Tengo algunas "deudas" pendientes con compañeros que en su día tambien me premiaron y les/os debo una !)
Publicar un comentario