Mientras el mundo se siente fascinado por la llegada al cine (otra vez) del “revolucionario” 3-D y por los videojuegos hiper-realistas, un tal John McAllister se ha pasado tres días largos jugando para batir el record de puntuación de uno de los arcade más populares hace tres décadas: el mítico “Asteroides”.
Sorprende el contraste entre la sofisticación de los videojuegos actuales y el minimalismo de sus antecesores. Para recrear el Universo, a “Asteroides” le bastó con una pantalla en negro. En aquel espacio infinito aparecía un diminuto triángulo isósceles (o una “A” mayúscula) y ya teníamos la nave espacial. Entonces llegaban desde todos lados meteoritos vectorizados resueltos a impactar contra nosotros. Los botones tenían funciones sencillas: desplazarse, girar y disparar (además de un salvador hiperespacio). Tan escasos mimbres nos procuraron horas y horas de diversión, y un entrenamiento extraordinario para la vida.
En su simplicidad, este prehistórico arcade nos preparó para afrontar los problemas cotidianos que, cual asteroides descontrolados, parecen sentirse atraídos por nuestra insignificante existencia. “Asteroides” nos enseñó a gestionarlos, bombardeándolos tan pronto verlos venir.
Como en aquellas partidas, descargar la munición contra un enorme pedrusco no lo destruía completamente, sino que lo fragmentaba, obligándonos a eludir el impacto de trozos más pequeños, pero igualmente letales. Esto nos enseñó que no hay problema menor que no cause daño colateral, que debemos permanecer alerta y mantener los reflejos, y que cuanto más cerca tenemos el problema gordo se multiplica el riesgo de ser alcanzado por su propia explosión al hacerlo añicos.
De vez en cuando aparecían otras naves veloces que nos lanzaban sus misiles a distancia; igual que en la vida hay quien nos ataca con insultos, calumnias y malas vibraciones sin atreverse a acercarse y aligerando el paso para evitar nuestro “fuego de cobertura”. Y, como última lectura, aquello de que, aunque siempre llega el final, cuantos menos problemas nos alcanzan, más se prolonga la partida.
Para que luego digan que los videojuegos no son educativos.
Sorprende el contraste entre la sofisticación de los videojuegos actuales y el minimalismo de sus antecesores. Para recrear el Universo, a “Asteroides” le bastó con una pantalla en negro. En aquel espacio infinito aparecía un diminuto triángulo isósceles (o una “A” mayúscula) y ya teníamos la nave espacial. Entonces llegaban desde todos lados meteoritos vectorizados resueltos a impactar contra nosotros. Los botones tenían funciones sencillas: desplazarse, girar y disparar (además de un salvador hiperespacio). Tan escasos mimbres nos procuraron horas y horas de diversión, y un entrenamiento extraordinario para la vida.
En su simplicidad, este prehistórico arcade nos preparó para afrontar los problemas cotidianos que, cual asteroides descontrolados, parecen sentirse atraídos por nuestra insignificante existencia. “Asteroides” nos enseñó a gestionarlos, bombardeándolos tan pronto verlos venir.
Como en aquellas partidas, descargar la munición contra un enorme pedrusco no lo destruía completamente, sino que lo fragmentaba, obligándonos a eludir el impacto de trozos más pequeños, pero igualmente letales. Esto nos enseñó que no hay problema menor que no cause daño colateral, que debemos permanecer alerta y mantener los reflejos, y que cuanto más cerca tenemos el problema gordo se multiplica el riesgo de ser alcanzado por su propia explosión al hacerlo añicos.
De vez en cuando aparecían otras naves veloces que nos lanzaban sus misiles a distancia; igual que en la vida hay quien nos ataca con insultos, calumnias y malas vibraciones sin atreverse a acercarse y aligerando el paso para evitar nuestro “fuego de cobertura”. Y, como última lectura, aquello de que, aunque siempre llega el final, cuantos menos problemas nos alcanzan, más se prolonga la partida.
Para que luego digan que los videojuegos no son educativos.
6 perplejos apuntes:
Anda que no, y lo que molaba echarse unas partidillas al abusivo precio (para entonces) de 25 pesetas. Suerte que se puede jugar ahora al juego original en múltitud de sitios, por ejemplo:
http://www.virtualities.com/Asteroids/
Y el hiperespacio que vendría a ser un escapismo suicida, te saca de donde estés pero puedes ir a caer a un sitio peor... mmmm soy muy malo buscando equivalencias entre los videojuegos y la vida...
Buen post, un saludo.
Le anularon el récord después de que el test de orina demostrara que había consumido asteroides.
Que buenos recuerdos¡, el MSX, el spectrum, el Atari,.. y los salones recreativos, algo ya extinto por culpa de las videoconsolas. Atras quedaron esa manera de socializarse los jovenes, a traves de las máquinas recreativas, los futbolines y el billar de cinco duros.
Muy buen post.
Quatermass: Te confieso que me eché mis partidillas en esa versión flash mientras le daba vueltas en la cabeza al artículo... Y me vale lo del escapismo suicida, muy apropiado para completar las equivalencias !)
Al: JAJAJA!!!!) Siempre la clavas !)
Serreina: Y el ping-pong, con palas desvencijadas !) Esas campanas que nos hacíamos en BUP!)
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