19 mar 2010

Honrar al padre


Podríamos instaurar el Día del Bombero: una profesión dura, sacrificada, peligrosa, necesaria. Sería una forma de honrar a quienes sirven a la comunidad aun a riesgo de perder la vida. En cambio, la tradición (y El Corte Inglés) nos “obligan” a celebrar, entre otras antojadizas efemérides, el Día del Padre.

Suele ser una jornada tranquila, salvo para los valencianos, que achicharran a sus muñecos de madera para horror de Maese Geppetto, ebanista anhelante, precisamente, de paternidad.

En la onomástica de San José (otro padre atípico), y al contrario del Día de la Mujer, apenas se programan actos reivindicativos de la figura homenajeada. Al fin y al cabo, ¿por qué habríamos de honrar a los que son “padres”? Las madres tienen, cuando menos, el mérito de habernos alimentado mientras nos formábamos en sus úteros, y de parirnos, la mayoría, con dolor;. Pero ¿cuál es la virtud de los padres? Generaciones atrás eran quienes sustentaban a la familia, trabajando a menudo tantas horas que apenas mantenían una relación de cercanía con sus hijos, lo que les convertía en extraños o desconocidos, a los que se les regalaba su correspondiente corbata o perfume en “su día”, quizá como agradecimiento o compensación por los servicios prestados.

Hoy los hijos les faltan al respeto, las mujeres pueden excluirles incluso de la voluntad –si no el derecho- de ser padres, los jueces les dan la espalda… Su rol ha sido minimizado.


Un hombre se hace acreedor del reconocimiento de sus hijos cuando es algo más que su progenitor. No tanto el individuo que te “ha dado la vida” en un sentido orgánico, seminal, genético; sino que “te la ha transferido” enseñándote a vivirla, a lidiar con ella y a disfrutarla: un educador, un protector, un amigo, un compañero de viaje, un estimulador, un modelo de conducta, un hombro en el que llorar, un cómplice con el que reír, un consejero; en definitiva: una referencia vital.

Cuando los padres son esto –y a fe que el mío lo es– nada podemos hacer para honrarlos salvo ser personas dignas de ellos. Un genuino Día del Padre no admite regalos materiales; si acaso mirarles a los ojos y, como el Rey Louie le cantaba a Mogwli en “El libro de la selva”, decirles aquello de «¡Dubidú… yo quiero ser como tú!».




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    4 perplejos apuntes:

    El Ratón Tintero. dijo...

    Y que cuando ese espejo en el que siempre te has mirado esté picado por el tiempo, rasgado o roto, e incluso desaparecido, aún proyecte reflejos dignos de admiración.

    Anónimo dijo...

    "Ser persona digna de un padre"...hombre perplejo que frase tan bonita y acompañada de esta melodía de las manos y guitarra de Andy Mckee...es sublime.
    Un saludo.

    (!) hombre perplejo dijo...

    Ratona: "Proyectar" es una bonita y muy atinada palabra !)

    (!) hombre perplejo dijo...

    Anna: Gracias !) No me manejo con la poesía como tú, pero se hace lo que se puede... Un beso !)