Esta semana nos ha dejado una extraordinaria mujer que rescató más de 2.500 niños judíos de las garras del nazismo. Se fue tan discretamente como vivió, ignorada por los historiadores y postrada en una silla de ruedas por las lesiones que le infringió la Gestapo.
Irena Sendler trabajaba como enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia cuando los nazis crearon el gueto. Se propuso sacar de allí a cuantos niños pudiera para evitar que muriesen de hambre o fueran deportados en los trenes del horror. Los hacía pasar como víctimas de tifus en ambulancias o escondidos en cestos de basura, sacos de patatas, cajas de herramientas y ataúdes. Obtenía documentos falsos para ellos y los entregaba con nuevas identidades a otras familias de forma provisional hasta que acabara la guerra. Pero la madre de los niños del Holocausto hizo algo más que salvar sus vidas: preservó sus auténticas identidades anotándolas en frascos de conserva que enterró en el jardín de su vecino y que los nazis jamás encontraron. Pese a someterla a múltiples torturas, Irena jamás reveló datos sobre los chiquillos ni sus colaboradores, motivo por el que fue ejecutada. O así constó en los documentos oficiales, aunque el soldado alemán que certificó su muerte en realidad había sido sobornado y la dejó escapar con vida. En vez de huir de aquel infierno, Jolanta –su nombre en clave - siguió con su labor de incógnito.
Treinta años más tarde se la nombró ciudadana honoraria de Israel. Sin embargo, aunque fue propuesta para el Nobel de la Paz, los del Comité se hicieron los suecos y se lo concedieron a Al Gore por rodar un documental.
Irena Sendler trabajaba como enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia cuando los nazis crearon el gueto. Se propuso sacar de allí a cuantos niños pudiera para evitar que muriesen de hambre o fueran deportados en los trenes del horror. Los hacía pasar como víctimas de tifus en ambulancias o escondidos en cestos de basura, sacos de patatas, cajas de herramientas y ataúdes. Obtenía documentos falsos para ellos y los entregaba con nuevas identidades a otras familias de forma provisional hasta que acabara la guerra. Pero la madre de los niños del Holocausto hizo algo más que salvar sus vidas: preservó sus auténticas identidades anotándolas en frascos de conserva que enterró en el jardín de su vecino y que los nazis jamás encontraron. Pese a someterla a múltiples torturas, Irena jamás reveló datos sobre los chiquillos ni sus colaboradores, motivo por el que fue ejecutada. O así constó en los documentos oficiales, aunque el soldado alemán que certificó su muerte en realidad había sido sobornado y la dejó escapar con vida. En vez de huir de aquel infierno, Jolanta –su nombre en clave - siguió con su labor de incógnito.
Treinta años más tarde se la nombró ciudadana honoraria de Israel. Sin embargo, aunque fue propuesta para el Nobel de la Paz, los del Comité se hicieron los suecos y se lo concedieron a Al Gore por rodar un documental.
De todos los reconocidos “Justos del siglo XX”, el más popular es Oskar Schlinder, gracias al millar de judíos que sacó de los campos de concentración y sobre todo a la película de Steven Spielberg. Pero hubo otros “ángeles” menos mediáticos cuya determinación y valor supera con creces la del industrial alemán. Entre ellos algunos diplomáticos españoles, con Ángel Sanz Briz a la cabeza, que arriesgó su vida mediando como embajador en Budapest por más de ¡cinco mil! judíos húngaros. Su heroísmo apenas fue tocado de soslayo por una película italiana, “El cónsul Perlasca”, mientras que aquí parecemos más proclives a llevar a la pantalla las intrépidas aventuras de Mortadelo y Filemón o El Capitán Trueno.
life in a jar
el ángel de budapest
un español frente al holocausto
otros salvadores
(!)
2 perplejos apuntes:
Hombre, perdoneme: no es para enojarse con Al Gore que a esta señora la propusieran ¡¡en 2007!! para el Nobel de la Paz que sí, le han dado a Al Gore, pero también a David Trimble y a Henry Kissinger. Tampoco creo que de la mezquindad que nos caracteriza a los humanos tengan la culpa la TIA o el Capitán Trueno.
Quizá habríamos honrado mejor todos a Jolanta y a sus homónimos si les emuláramos más y les nombráramos menos.
No me enojo. De hecho, le dediqué un post a Gore entonces. Aunque el mérito es cuestionable.
Y no me entienda mal. No culpo ni a la TIA ni al genial Víctor Mora (cuyo Corsario de Hierro es todavía mejor que su Capitán Trueno, a pesar del alcance mediático del segundo). Lamento las tendencias de quienes ponen la pasta y me avergüenza que las cadenas públicas no inviertan un poco más en recuperar nuestra propia historia y menos en pretender "hacer historia" con frikadas como las de Eurovisión.
Y de eso se trata: de que a Sendler, como a Sanz Briz, se les ha citado poco.
perplejos saludos
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