Ya he escrito en alguna ocasión sobre el fenómeno de la personalización, pero es que el tema da para mucho.
La fiebre de adaptar el entorno a la realidad personal es tal que a algunos les provoca delirios; cosa por otro lado bastante frecuente en los cuadros febriles. Ciertos dislates de envergadura no son más que la culminación de lo que José Antonio Marina llamaría fracasos de la inteligencia. Por ejemplo: vale que algunos quieran personalizar su ropa, su coche, su móvil e incluso su cuerpo, amoldándolo a la imagen que corresponde no tanto a quienes son sino a quienes quieren proyectar que son. Pero ¿no les parece excesivo pretender personalizar todo un país? O sea, en vez de “servir a la patria” (por utilizar su propio argot) adaptarla a lo que uno es (o pretende ser).
Un par de presidentes andan empeñados en convertir sus naciones en una prolongación de ellos mismos. Uno ha sido autorizado por las urnas, aunque corre el rumor de que ha habido trampa. Al otro el pueblo le ha dicho que naranjas de la China, o en su caso ciruelas de Venezuela. El tipo se ha molestado porque varios millones de compatriotas no piensan como él, y amenaza con una socarronería que espanta que no lo ha conseguido “de momento” pero que eso va a cambiar. Miedo me da. Y a los de por allí debería darles también.
No, uno no puede coger un país y transformarlo a la medida de su ego. Aunque este siglo idolatre la individualidad no todo es personalizable. Existen unos límites. Puedes reformar tu casa, pero ojo con lo que haces más allá del espacio privativo: ahí están las normativas municipales, la comunidad de vecinos y la ley de propiedad horizontal que ponen freno a tu frenesí egotista.
Con pillería es posible alterar los estatutos de una asociación para adaptarla a las propias necesidades, pero no podrás hacer lo mismo con las leyes. Se puede modificar a conveniencia una normativa privada, pero no la Constitución. Y ahí andan enfrascados ahora los nacionalistas de todo pelaje (autonómico y estatal). Es tolerable que personalices un cuento popular para tus hijos, pero inadmisible que pretendas hacer lo mismo con el Corán o la Biblia.
Una editorial británica acaba de editar “La Biblia de Estudio Gay y Lesbiana", que no es una edición encuadernada con los colores del arco iris, sino –según exegetas autorizados- una manipulación del contenido bíblico para que encaje en una determinada forma de pensar o de vivir. Personalmente opino que esta iniciativa tiene tanto sentido como que alguien promueva que la leche sea colorada simplemente porque detesta el blanco. Hay cosas que son lo que son, y las tomas por lo que son o no las tomas.
1 perplejos apuntes:
Perdóneme, pero es que en la Biblia hay leyes sobre cómo castigar sodomitas... y loas a la misma "Es tu amor más grato a mí, Jonatán, que el amor de las mujeres". Es lo que tiene tardar tanto en hacer las secuelas :D
Publicar un comentario