Cuando me preguntan cuál es la clave para convertirse en un buen guionista suelo contestar lo mismo: ser un auténtico capullo.
No incito a la gente a ser despreciable. Les hablo de ese perturbador y milagroso proceso que convierte a una larva en lepidóptero:
El o la guionista que actúa como un capullo –con perdón– acoge una idea (propia o ajena), se encierra en sí mismo y activa un proceso creativo único y complejo. Cuando éste culmina, el guionista capullo vuelve a abrirse y ofrece al mundo –y al productor, previo pago de la remuneración estipulada– una mutación, una versión evolucionada de aquella idea.
Idea. Guión. Mucha gente confunde estos conceptos. Creen que basta con tener una buena idea para poner en marcha una obra audiovisual. Pero la mejor de las ideas, cuando nace, no es más que un gusano.
La idea-gusano puede ser potencialmente magnífica, pero es el más débil y vulnerable estado de la materia. Es invertebrada, repta y se mueve con torpeza y lentitud.
El guión-mariposa, en cambio, gracias a sus alas (algunas simplemente funcionales, otras extraordinariamente hermosas), puede volar...
Sólo una profunda, enigmática y prodigiosa transformación lo hace posible. Y el capullo es testigo exclusivo de la reorganización morfológica y fisiológica de la crisálida, de la misma forma que sólo el guionista sabe a ciencia cierta qué ocurre en su universo particular cuando transforma una idea en un guión.
No incito a la gente a ser despreciable. Les hablo de ese perturbador y milagroso proceso que convierte a una larva en lepidóptero:
El o la guionista que actúa como un capullo –con perdón– acoge una idea (propia o ajena), se encierra en sí mismo y activa un proceso creativo único y complejo. Cuando éste culmina, el guionista capullo vuelve a abrirse y ofrece al mundo –y al productor, previo pago de la remuneración estipulada– una mutación, una versión evolucionada de aquella idea.
Idea. Guión. Mucha gente confunde estos conceptos. Creen que basta con tener una buena idea para poner en marcha una obra audiovisual. Pero la mejor de las ideas, cuando nace, no es más que un gusano.
La idea-gusano puede ser potencialmente magnífica, pero es el más débil y vulnerable estado de la materia. Es invertebrada, repta y se mueve con torpeza y lentitud.
El guión-mariposa, en cambio, gracias a sus alas (algunas simplemente funcionales, otras extraordinariamente hermosas), puede volar...
Sólo una profunda, enigmática y prodigiosa transformación lo hace posible. Y el capullo es testigo exclusivo de la reorganización morfológica y fisiológica de la crisálida, de la misma forma que sólo el guionista sabe a ciencia cierta qué ocurre en su universo particular cuando transforma una idea en un guión.
Si, atraídos por su belleza o singularidad, tocamos las alas de una mariposa la debilitamos. Asimismo, cuando mucha gente empieza a meter mano en el guión, a toquetearlo sin criterio, su capacidad de elevarse se resiente y puede llegar incluso a no remontar el vuelo jamás.
Una vez completado el proceso de metamorfosis, el capullo se rompe, queda inservible. Los guionistas suelen padecer similares consecuencias al concluir el proceso de escritura.
A los insectos adultos se les conoce como “imagos”. Un guión, aunque está construido con palabras, describe y sugiere imágenes.
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