28 sept 2011

Cine y Familia


Por lo general, hablar de tendencias en lo cinematográfico tiene que ver con el boom de un género (los zombies, el fin del mundo), un adelanto técnico (la captura de movimiento, el 3D) o una saga de moda (Harry Potter y los niños-magos, Crepúsculo y los vampiros).

Yo intento ―y quiero― reconocer en las películas otro tipo de mensajes: aquellos que no se publicitan con el cartel, de los que no se suele hablar porque pasan desapercibidos. Quizá porque, como dijo el filósofo: «Todo lo que se recibe, se recibe según el receptor»; y yo soy de los que cuenta cinco patas en el gato.

El caso es que no hago más que ver películas y series de televisión y descubro que muchas de ellas hablan sobre la familia: Los pingüinos del Sr. Popper, Hope, Como la vida misma, Spartacus, The Good Wife, Camino a la libertad, Seis grados, Terranova... Todas ellas, de alguna manera, apuestan por los valores (recuperables y recuperados) de la familia. De la familia tradicional, se entiende; de la de toda la vida. No de esos otros experimentos contemporáneos que tienen que ver más con la moda que con el modelo.

Y resulta chocante, porque los que apuestan por la familia se habrán dado cuenta de que la sociedad actual no está diseñada para nosotros. Las decisiones político-económicas de los últimos tiempos penalizan ser una familia. Se detecta en detalles. Por ejemplo: muchas actividades de ocio y deporte están concebidas para el disfrute individual. Sin ir más lejos, la filosofía wellness se basa en la desconexión. ¿De qué? Del trabajo, del estrés y, obviamente, de la familia. La España del siglo XXI nos invita a aparcar la prole y disfrutar del momento "en libertad".

Otro ejemplo: vende más la última víctima de la violencia doméstica que el creciente número de adopciones y, mucho más interesante, de parejas que no pueden tener hijos y sufren dilatados (casi disuasorios) procesos de adopción. Lo primero ofrece la lectura de que la familia es nociva, un ámbito de tensión extrema que puede convertirse en un infierno. Lo segundo apunta a la aspiración humana de crear algo más allá de la individualidad, del egoísmo, de la propia satisfacción, del sentido estricto de la mismidad.

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    2 perplejos apuntes:

    Sergio Reina dijo...

    Que gran verdad nos describes¡

    Cuanto egoísmo. Un valor que sin duda no hay que perder, es de la familia, es nuestro principal y último refugio. Si él, no somos nada (por lo menos yo)

    Saludos

    (!) hombre perplejo dijo...

    Serreina: Ídem !)